jueves, 8 de diciembre de 2011
El mejor condimento del aguadito (versión ampliada, aclarada y conocida)
(Versión del otro cocinero de la patrulla)
Cuentan nuestros hermanos que la historia comentada por Juan ha quedado reducida a su exclusiva participación y podría ser, sin creer que el falte a la verdad, que faltarían algunos condimentos más que incorporar a esta bella historia. Lo único que pretendo con estas líneas es narrar lo que se comenta en todas nuestras reuniones con nuestros hermanos scouts.
Juan y yo éramos por excelencia los que nos dedicábamos a la cocina en nuestros campamentos, a mi por naturaleza también me agradó el tema de cocinar, y como era obvio siempre estábamos metidos en la preparación de los alimentos para la patrulla. Ese día no fue la excepción, llovía incesantemente, no había parado la lluvia casi por 6 horas y nuestras cocinas a leña prácticamente se destruyeron. La misión era conseguir una cocina a gas de kerosene y necesitábamos enviar a un explorador a traer los implementos necesarios para poder cocinar, realmente ese campamento si fue un reto para todos los participantes, las inclemencias del lugar sumados a las fuertes lluvias y calor realmente nos obligaron a sacar lo mejor de nuestra experiencia scout; Juan Domingo Vega fue el explorador que aceptó el reto de caminar hasta el punto donde se encontraban los scouters con las provisiones y los materiales, tuvo que arroparse bien para cubrirse de la lluvia y con sus borceguies bien atados comenzó el largo camino hacia lo desconocido: su misión era conseguir la cocina y traerla lo más pronto posible por que los tiempos eran cortos y nos encontrábamos en competencia, no podíamos darnos el lujo de perder, éramos los mejores y necesitábamos demostrárnoslo.
Mientras Juan cumplía su misión, el resto del equipo tenía que seguir buscando la manera de avanzar en el resto de las tareas encomendadas. Después de un cierto tiempo Juan regreso totalmente mojado y abatido en parte por lo que había tenido que pasar, la lluvia había inundado toda el área, sólo el caminar ya era un gran reto, y si ha eso sumamos el aire y el calor, creo que a pesar de todos los obstáculos, él regresó sonriendo por que sabía que lo había conseguido, sabía que había cumplido con lo pactado. No había tiempo que perder, teníamos que seguir en la lucha, y lo que nos tranquilizaba era que sabíamos que todos estábamos en las mismas condiciones y situación. Un grupo se encargó de prender la cocina, otro de preparar los alimentos, otros acondicionaban el lugar, hacían discurrir el agua y cuidar de que no se empoce o embalse en las zanjas hechas, había que seguir echando jabón a las carpas para que resbale el agua de lluvia y no entre la misma al interno de la carpa donde se encontraban nuestras pertenencias. En ese ínterin cuando todos nos encontrábamos ocupados o distraídos Juan salió de la carpa y colgó parte de su ropa mojada en el cordel que se había colocado entre el parante de la carpa y un árbol que se encontraba a unos metros; nuestro error fue instalar también el área de cocina debajo del cordel o zona de lavandería. Luego el retornó a sus actividades conmigo, nos quedaba poco tiempo y el agua con el arroz, las alverjas y la zanahoria ya estaban hirviendo, necesitábamos darle sabor e ir probando la textura del arroz para ver si ya todo estaba listo, cogí el cucharón y doy vueltas, levanté el mismo para que se remueva todo el contenido de la olla y observé que colgaba del mismo un insumo que no había sido entregado dentro de los alimentos, era la media de Juan, la cual había estado colgando y limpiándose con la lluvia, y que como dije antes, se encontraba en el lugar no correcto. Sólo Dios sabe cuanto tiempo estuvo hirviendo antes de darnos cuenta y en que estado entró a la olla. Lo cierto es que salió blanca y suave, y tuvo que ser un secreto entre Juan y yo. Servimos. comimos, repetimos y ofrecimos el digno plato a nuestro jefes que tenían que evaluarnos y a quienes también les ofrecimos repechaje, el que aceptaron con gran alegría. Totalmente sorpresiva y gratamente aceptada fue la noticia de que habíamos ganado en cocina ese día, dicho sea de paso, ese puntaje también nos sirvió para ganar el tercer lugar del CANOP. Ya no recuerdo si fue en la tarde o en la noche que tuvimos que sincerarnos con nuestra patrulla y contarles la verdad; al final inclusive nuestros jefes lo supieron y nos le quedó más que felicitarnos por el original ingrediente utilizado en nuestra cocina. Al final, creo que todo sumó para que nos haya salido un plato de aguadito con tan rico sabor, nuestra experiencia en cocina, el reto de hacerlo a pesar de los inconvenientes, el reparto de tareas entre todos los miembros de la patrulla, el ingrato clima, la excesiva lluvia, la cocción precisa de los alimentos, la sal justa, las alverjas y la pata. ¿La pata? Si, la pata, la pata y la media de Juan Domingo. Esos dos últimos ingredientes sellaron la autoría oculta de su autor, acción que le valió el apelativo antiquísimo a nuestro hermano Juan, apelativo que siempre recordamos ahora casi ya 25 años después. Gracias "Juancho patas de alverja".
Carlos Matos
lunes, 28 de noviembre de 2011
ANÉCDOTAS DE UN COCINERO SCOUT
LA HISTORIA DEL POLLO SIN CABEZA:
Cuando era niño muchas veces escuche decir sobre mí, en son de broma, a algunos familiares: “a este muchacho lo visto, pero no lo mantengo”. Sería porque tenía una inclinación a comer con un apetito, que en ocasiones era insaciable. Y es gracias a este gran apetito que me vi impulsado a aprender algunas artes básicas de la cocina; de las más simples, como hacer un arroz con huevo o una tortilla.
En el mes de marzo del año 1986 asistí a mi primer campamento en el que estaríamos 100% desconectados de la civilización. El anterior campamento había sido en Huanchaco y por alguna razón nos mandaban a almorzar a nuestra casa y regresábamos a las 4:00 bien comidos y bañados; levando nuestro rancho frío para la noche. El campamento fue en la localidad de Galindo, en un pequeño bosque, y fue organizado por la Tropa del Grupo Scout Trujillo 155. Era un evento a la antigua, en el cual cocinamos en leña y llevamos animales (pollos) vivos; para tener alimento fresco, pues no había como conservar la carne.
El primer día de campamento, en mi patrulla preguntaron ¿Quién sabe cocinar?, y con mucha frescura y seguridad afirmé que yo sabía. Claro que no expliqué que mi conocimiento se limitaba a cocinar un huevo revuelto con arroz o una tortilla. Como consecuencia de mi entusiasmo y en virtud del antiguo dicho “boca manda”, fui nombrado cocinero de la patrulla (función que desempeñe muchas veces en los siguientes años de mi vida scout).
Nos llamaron a la reunión de cocineros, en la que el jefe de Tropa, luego de darnos algunas instrucciones rápidas sobre como encender el fuego para la cocina y sobre cómo preparar el plato del primer día, que era un estofado de pollo; nos entregó los víveres para iniciar nuestra labor. Que gran sorpresa nos llevamos cuando nos dimos cuenta que uno de los ingredientes del estofado se movía, cacareaba y tenía muchas plumas. Mayor sorpresa aún, cuando el Jefe nos indicó que nosotros debíamos matar, pelar, limpiar y cortar dicho pequeño animal para que sea el elemento principal de nuestro estofado.
Todos los cocineros nos quedamos con nuestros pollos, y mirándonos unos a otros. De pronto alguien preguntó: ¿Quién sabe matar y pelar pollos? En mi mente empezaba a recordar todas aquellas veces que acompañaba a mi abuela Marina, cuando sacrificaba todo tipo de animales: pollos, gallinas, pavos, palomas, cuyes, y otros más que forman parte del corral de la casa. Recordaba también como cada animal tenía una forma especial de ser sacrificado, para que participe en nuestro almuerzo o cena familiar. A las palomas las presionaba previamente por debajo de las alas hasta que morían de asfixia, para luego pasarlas por agua caliente y pelarlas. Al pavo le daba licor, y luego lo colgaba de las patas y le cortaba la lengua. Al cuy y al pollo les hacía un pequeño corte en el cuello. Y mientras pensaba en todas esas cosas, de mi garganta debió salir de manera natural un sonido que se escuchó como “yo sé”; por lo que todos me miraron y dijeron, “bien, tú serás el encargado del sacrificio, ¿cómo te ayudamos?”.
Si alguna virtud tengo, debe ser el que nunca me amilano ante este tipo de retos, y sobre todo si de ello depende mi alimentación del día, así es que pusimos manos a la obra. Conseguí un cuchillo y pedí a algunos cocineros que pongan a hervir el agua para pelar al pollo. Cuando uno no tiene mucha destreza y experiencia en el manejo de herramientas, no calcula bien su fuerza y precisión; y eso me paso esa primera vez. Tome al pollo, lo puse de cúbito dorsal, le torcí el cuello para atrás, le pedí a un compañero que lo tome de las patas; tomé el cuchillo y empecé a cortar; pero lo hice con mucha fuerza y el cuchillo paso de un lado a otro separando totalmente la cabeza del ave. En ese momento, el scout que me estaba ayudando, se asustó y soltó al pollo, el cual empezó a moverse y aletear por algunos segundos; lo cual no hubiera causado mucha impresión, sino fuera porque se encontraba “sin cabeza”.
Así surgió la historia del “pollo sin cabeza”; la cual fue levemente modificada por algunos hermanos scouts, que años más tarde contaban que el pollo sin cabeza corrió por todo el campamento asustando a todos los miembros de la Tropa. Fue un momento inolvidable que siempre recordaré. Lo bueno es que en los siguientes pollos, ya con más experiencia (luego del primer caso), el sacrificio fue más sencillo y el corte fue más pequeño, lo suficiente para que el pollo fallezca y cumpla con su función de servir de alimento para nuestros cuerpos hambrientos y cansados por las actividades del campamento.
EL MEJOR CONDIMENTO DEL AGUADITO
En el mes de marzo del año 1987 se realizó un campamento que reunió a patrullas del norte del país en Paredones, un bosque ubicado cerca a la localidad de Chongoyape, en Lambayeque. En este mismo lugar se realizó el primer Jamboree Nacional peruano, en el año 1983. El campamento se denominó III CANOP. (Campamento norperuano de patrullas). A este evento asistimos una patrulla conformada por guías y sub guías del grupo scout Trujillo 130; y dentro de la organización interna de dicha patrulla, me tocó cumplir la noble labor de cocinero.
Paredones es una zona que se caracteriza porque en el verano llueve mucho, y la época en que realizamos el campamento no fue la excepción. La naturaleza hizo sentir su rigor y llovió intensamente durante toda una tarde. Al anochecer, cuando por fin escampó, y luego de haber trabajado arduamente haciendo zanjas para drenar el agua y salvar a nuestra carpa de la lluvia, nos cambiamos y pusimos ropa seca y tendimos toda nuestra ropa mojada en tendederos acondicionados en una zona cercana a la carpa, sobre la zona que estaba nuestra cocina.
Empezamos a preparar los alimentos. El menú de la noche era aguadito, y teníamos que esforzarnos mucho ya que toda actividad del campamento era con puntaje y estábamos en continua competencia para ganar el campamento. Puse a hervir el agua y el pollo, piqué la zanahoria, la papa. Saqué la alverja de sus vainas, limpié, escogí y lavé el arroz. Puse todos los ingredientes en la olla, condimenté y dejé hirviendo la olla para que se cocine adecuadamente. De rato en rato me acercaba a la olla, la destapaba y observaba el avance del cocimiento. En una de estas veces, sin darme cuenta, con mi cabeza tope una media que estaba colgada en un tendedero sobre la cocina y la media fue a caer directamente dentro de la olla. De inmediato la saqué y la colgué en otro lugar. Era una media que había sido usada durante todo el día por alguno de los patrulleros, pero que había sido lavada y colgada.
No le conté nada a los integrantes de mi patrulla. Seguí cocinando terminé, serví e aguadito y todos lo comieron con mucho gusto y hasta repitieron. Lo más resaltante ganamos en cocina en el campamento, pues a los jefes que probaban los alimentos preparados consideraron que era el aguadito con mejor aspecto y sabor del campamento. Ya tarde, luego de comer y de recibir la noticia de los jefes; antes de ir a dormir le conté a mis compañeros de patrulla el anécdota, y no pudimos para de reír por mucho tiempo.
Años más tarde, en las reuniones anuales de ex scouts, siempre se recuerda la historia del aguadito de media, pero con algunas pequeñas variaciones . Cuentan que la media era mía, que estaba muy sucia, de tierra y barro, que cayó a la olla, hirvió por media hora y que cuando la saqué ya estaba blanquita y limpia. Cuentan también que el aguadito tenía un sabroso sabor a alverjas, y posiblemente de allí salió la famosa frase que siempre repite mi hermano scout y compadre Carlos, quien estuvo presente en esa noche de campamento: “Juancho patas de alverja”.
sábado, 18 de junio de 2011
EL ESPIRITU SCOUT
Cuantas veces hemos participado o hemos sido testigos de cancionísimas en las que los muchachos se esforzaban por demostrar el gran repertorio de canciones scouts que tenían, además de lucir una potente voz. Recuerdo mucho a los diferentes jefes scouts que tuve, cuando nos retaban diciendo: “¿Dónde está su espíritu scout? Griten más fuerte.” ¿Significa esto el “espíritu scout”? Saber muchas canciones y cantar muy fuerte y de ser posible entonado.
Durante mi experiencia como scout y dirigente aprendí a darme cuenta que las canciones eran parte de la mística del escultismo que no podía dejarse de lado. Un buen scout tenía que cantar y saber muchas canciones. Esto demostraba su experiencia y su largo recorrido a través de muchas actividades y campamentos. Además, es una herramienta muy útil para subir los ánimos y motivar a la tropa o la manada. Sin embargo, el espíritu scout va más allá de las canciones. Tener espíritu scout significa que hemos logrado internalizar la filosofía del escultismo en nuestras vidas, lo cual se traduce en vivir cada día haciendo todo lo posible por cumplir la promesa y la ley scout.
De lo afirmado podemos concluir que el espíritu scout se traduce en ser personas de honor, dignas de confianza, leales, en ser optimistas ante los sucesos de la vida (el famoso artículo “el scout sonríe y canta en sus dificultades”), en ser buenos ciudadanos, en ser tolerante con las desigualdades, en cumplir nuestros deberes para con dios y la familia, en ser trabajadores y procurar el ahorro. La verdad que podría escribir muchas líneas describiendo todas las virtudes que se desprenden de la ley y promesa scout.
Es muy difícil para los seres humanos, que tenemos que combatir todos los días con defectos y debilidades el cumplir todas las virtudes que a manera de ejemplo hemos mencionado. Sin embargo, lo importante es luchar cada día para hacer todo cuando de nosotros dependa para ser mejores y moldear nuestro comportamiento, actitudes, personalidad y sentimientos a esos valores.
Para mí, eso es espíritu scout; algo que se construye cada día, con acciones y esfuerzo.
lunes, 13 de junio de 2011
EL SIGNIFICADO DE “PALABRA SCOUT”
Tenía doce años cuando ingresé al Grupo Scout Trujillo 130. Fue en inicios del mes de febrero del año 1985. Había pasado el mes de enero un poco aburrido y andaba buscando un poco de distracción para el verano. El 4 de febrero de ese año asistí con mis padres a un gran evento que sucedió en nuestra ciudad, con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II. En esta actividad pude ver a los scouts que estaban colaborando con el orden y me quedé muy impresionado con sus uniformes y organización. Entre los grupos de muchachos scouts que estaban en el Ovalo papal, pude ver a un gran amigo: Merardo Loyola; a quien visitaba continuamente, y en ese momento me enteré que estaba participando de la Tropa del Trujillo 130. Al siguiente día fui a su casa, y le dije que me llevará con él a su próxima reunión, y fue así como llegué a mi primera reunión scout, un nueve de febrero de 1985.
Podría decirse que fue un amor a primera vista, pues la primera reunión de Tropa a la que asistí fue suficiente para que el movimiento scout ingresara definitivamente en mi vida. Mi primer Jefe de Tropa fue Percy Iglesias, quien me facilitó el Manual de la Insignia Scout, en el cual estaban desarrolladas las 10 pruebas que debía pasar un aspirante para poder promesar y convertirse en Scout. Una de las pruebas que debíamos pasar, específicamente la número 10, consistía en aprendernos el texto de los diez artículos de la Ley scout y su interpretación.
El primer artículo de la ley scout, en su redacción antigua, pues creo que actualmente ha sido variado, decía: “El Scout cifra su honor en ser digno de confianza”. Recuerdo mucho la explicación de este artículo, que afirmaba que lo más importante para un scout era su “honor”; y que este honor estaba basado y sustentado en que el resto de personas confiaran en nosotros. ¿Y de que manera lograríamos que la gente confiara en nosotros? Cumpliendo inexorablemente nuestra palabra empeñada. Dejar de cumplir nuestra palabra significaba perder nuestro honor, y por ende, perder lo más preciado para nosotros.
No se imaginan el impacto que tuvo esa enseñanza en mí. Hasta ese momento no tenía muchas cosas que me importaran tanto, y que de pronto descubriera que tenía algo muy valioso, que era solamente mío, y que dependía de mi conducta el mantenerlo a salvo; fue realmente un revolución en mi interior. El honor pasó a ser un aspecto fundamental de mi vida; y hacer que ese honor se consolidara dependía solo de mi conducta; pues debía lograr la confianza del resto de personas.
Una forma de probar mi honor, era demostrando que cuando daba mi palabra era porque realmente la cumpliría; y para resaltar que lo ofrecido comprometía mi honor, pronunciaba la frase: “te doy mi palabra scout”, lo cual significaba que estaba de por medio mi honor.
Esto que cuento como una experiencia muy personal, debió haberle pasado a la mayoría de mis hermanos scouts; pues durante muchos años, el comprometer nuestra palabra scout era garantía segura de cumplimiento.
Los invito a recordar lo valioso de nuestro honor, y de ser dignos de confianza. A recordar la historia de Regulo, que nos contaban como ejemplo extremo de cumplimiento del honor. A transmitir este hermoso valor a nuestros hijos e hijas de la manera más eficaz que existe: con nuestro ejemplo. Rescatemos nuestra Palabra Scout, y empecemos a utilizarla nuevamente en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos; y así contribuiremos a mejorar nuestra sociedad.
JD
Podría decirse que fue un amor a primera vista, pues la primera reunión de Tropa a la que asistí fue suficiente para que el movimiento scout ingresara definitivamente en mi vida. Mi primer Jefe de Tropa fue Percy Iglesias, quien me facilitó el Manual de la Insignia Scout, en el cual estaban desarrolladas las 10 pruebas que debía pasar un aspirante para poder promesar y convertirse en Scout. Una de las pruebas que debíamos pasar, específicamente la número 10, consistía en aprendernos el texto de los diez artículos de la Ley scout y su interpretación.
El primer artículo de la ley scout, en su redacción antigua, pues creo que actualmente ha sido variado, decía: “El Scout cifra su honor en ser digno de confianza”. Recuerdo mucho la explicación de este artículo, que afirmaba que lo más importante para un scout era su “honor”; y que este honor estaba basado y sustentado en que el resto de personas confiaran en nosotros. ¿Y de que manera lograríamos que la gente confiara en nosotros? Cumpliendo inexorablemente nuestra palabra empeñada. Dejar de cumplir nuestra palabra significaba perder nuestro honor, y por ende, perder lo más preciado para nosotros.
No se imaginan el impacto que tuvo esa enseñanza en mí. Hasta ese momento no tenía muchas cosas que me importaran tanto, y que de pronto descubriera que tenía algo muy valioso, que era solamente mío, y que dependía de mi conducta el mantenerlo a salvo; fue realmente un revolución en mi interior. El honor pasó a ser un aspecto fundamental de mi vida; y hacer que ese honor se consolidara dependía solo de mi conducta; pues debía lograr la confianza del resto de personas.
Una forma de probar mi honor, era demostrando que cuando daba mi palabra era porque realmente la cumpliría; y para resaltar que lo ofrecido comprometía mi honor, pronunciaba la frase: “te doy mi palabra scout”, lo cual significaba que estaba de por medio mi honor.
Esto que cuento como una experiencia muy personal, debió haberle pasado a la mayoría de mis hermanos scouts; pues durante muchos años, el comprometer nuestra palabra scout era garantía segura de cumplimiento.
Los invito a recordar lo valioso de nuestro honor, y de ser dignos de confianza. A recordar la historia de Regulo, que nos contaban como ejemplo extremo de cumplimiento del honor. A transmitir este hermoso valor a nuestros hijos e hijas de la manera más eficaz que existe: con nuestro ejemplo. Rescatemos nuestra Palabra Scout, y empecemos a utilizarla nuevamente en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos; y así contribuiremos a mejorar nuestra sociedad.
JD
viernes, 11 de marzo de 2011
La emoción del primer campamento
Fue en el verano del año 1986. Tenía aún 13 años y ya había pasado casi un año desde que ingresé al Movimiento Scout, en las filas del Grupo Trujillo 130. Mi pasión por el escultismo me había impulsado a devorar todo manual y libro relacionado con los scouts que cayera en mis manos. Manuales de pionerismo, historia del escultismo, cocina, primeros auxilios, pero sobre todo de vida al aire libre.
Soñaba con acampar y acumular noches durmiendo bajo una tienda; lo cual no solo iba a completar mi formación como scout, sino que me serviría además para avanzar en mi plan de adelanto, pues para pasar de una clase a otra debía tener un mínimo de noches de campamento.
Un mes antes de mi primer campamento, en diciembre de 1985, durante la realización del Congreso Nacional Juvenil Scout en la ciudad de Trujillo, había conocido y hecho amistad con quien se convertiría en uno de los mejores amigos que tengo; Carlos, un scout del Grupo Trujillo 155 que participó del equipo de servicio de dicho Congreso. Debido a la amistad que entable con él, con su hermano y con su grupo más cercano; decidí pasarme al Grupo Scout al que asistía Carlos; y fue con una patrulla del Grupo Trujillo 155 que nos inscribimos para participar del I Campamento Local de Tropas organizado por el comisionado Scout local de Trujillo en ese entonces; el cual se realizó en la playa de Huanchaquito.
El evento tuvo dos etapas: la primera para scouts que no tenían experiencia acampando y la segunda para scouts antiguos. Cada etapa duraba 4 días con sus noches, y con mis compañeros decidimos participar de ambas etapas; a lo que accedió el comisionado local. Se imaginaran lo emocionado que me encontraba frente al hecho de hacer realidad mi sueño: participar de un campamento scout, y lo que era aún mejor, de dos campamentos seguidos.
La noche anterior casi no pude dormir de la ansiedad. Revisé muchas veces mi mochila y verifiqué si estaba llevando todo lo necesario. Recuerdo siempre una recomendación que estaba en el manual de campismo, referente a la forma de organizar la Mochila, que decía: “La mochila es una bolsa de bolsas”; lo cual significaba que dentro de la mochila debía organizar mis cosas dentro de bolsas más pequeñas. Por esta recomendación, días antes del campamento busqué y encontré en mi casa un retazo grande de lona verde, de un viejo carpón que tuvieron mis padres; y con él confeccioné en la máquina de coser de mi madre pequeñas bolsas, a las cuales les puse driza en la parte superior para poder cerrarlas. Se imaginarán lo mal que se veían, pues tenía un pulso pésimo para cortar y peor aun para pasar la costura en la máquina; pero lo importante es que cumplieron su finalidad; pues separé mis útiles de aseo en una bolsa pequeña; mis medias en otra bolsa, mi ropa interior en otra, mis útiles de comida en otra, y así todas las cosas pequeñas fueron almacenadas en pequeñas bolsas algo deformes, de vieja lona verde.
La toalla y la ropa más grande, la coloqué debidamente doblada, pegada a la parte de atrás de la mochila, para que sirva como almohadilla al momento de cargarla; y la cosas que eran duras adelante para que no me causaran daño. Todo esto lo hacía siguiendo las recomendaciones del manual que tenía a la mano, verificando cumplir con cada consejo.
En los tiempos en que salí a mi primer campamento, era muy raro que un scout tenga una bolsa de dormir; porque no se vendían sino en tiendas especiales en Lima, y porque eran muy costosas. Yo no era la excepción y tome una frazada de dos plazas con la figura del clásico Tigre; y de acuerdo a lo que estudie para pasar mi prueba de confeccionar una bolsa de dormir con frazadas; la doble y la cosí con una aguja capotera y pabilo; obteniendo así mi primera bolsa de dormir hecha en casa, la cual utilice durante varios años, pues no fue hasta que estuve ya bien adulto que tuve mi primera bolsa de dormir de fábrica.
El día por fin había llegado. Estuve a la hora indicada en la cuadra dos de la calle Orbegoso, en la casa del comisionado Local, desde donde partiríamos al lugar de campamento. Allí esperamos un poco hasta que llegó un camioncito, el cual tuvimos que ayudar a cargar con todo el equipo de campamento: carpas, palos, sogas, bidones, cilindros, cocinas primus, ollas, baldes, etc. Todo el material de campamento era del Grupo Trujillo 15 y se veía muy antiguo; ya que había servido y acompañado a los scouts de dicho grupo desde varios años atrás. Una vez que terminamos de cargar el camión, todos tuvimos que subir con nuestras mochilas sobre las cosas que habíamos cargado, y debimos acomodarnos de la mejor manera posible. Cerraron las puertas del camión y partimos hacia Huanchaquito para dar inicio al I Calotro.
Que emocionante fue treparse al camión y sentir el aire fresco sobre tus mejillas al avanzar, cantando a viva a voz melodías scouts, con el corazón pletórico de alegría porque me dirigía a mi primer campamento scout. Nunca olvidaré ese momento; pero lo bueno es que en adelante tuve, de alguna manera, la oportunidad de revivir muchas veces más ese sentimiento de alegría, cada vez que me alistaba para asistir a un nuevo campamento.
Soñaba con acampar y acumular noches durmiendo bajo una tienda; lo cual no solo iba a completar mi formación como scout, sino que me serviría además para avanzar en mi plan de adelanto, pues para pasar de una clase a otra debía tener un mínimo de noches de campamento.
Un mes antes de mi primer campamento, en diciembre de 1985, durante la realización del Congreso Nacional Juvenil Scout en la ciudad de Trujillo, había conocido y hecho amistad con quien se convertiría en uno de los mejores amigos que tengo; Carlos, un scout del Grupo Trujillo 155 que participó del equipo de servicio de dicho Congreso. Debido a la amistad que entable con él, con su hermano y con su grupo más cercano; decidí pasarme al Grupo Scout al que asistía Carlos; y fue con una patrulla del Grupo Trujillo 155 que nos inscribimos para participar del I Campamento Local de Tropas organizado por el comisionado Scout local de Trujillo en ese entonces; el cual se realizó en la playa de Huanchaquito.
El evento tuvo dos etapas: la primera para scouts que no tenían experiencia acampando y la segunda para scouts antiguos. Cada etapa duraba 4 días con sus noches, y con mis compañeros decidimos participar de ambas etapas; a lo que accedió el comisionado local. Se imaginaran lo emocionado que me encontraba frente al hecho de hacer realidad mi sueño: participar de un campamento scout, y lo que era aún mejor, de dos campamentos seguidos.
La noche anterior casi no pude dormir de la ansiedad. Revisé muchas veces mi mochila y verifiqué si estaba llevando todo lo necesario. Recuerdo siempre una recomendación que estaba en el manual de campismo, referente a la forma de organizar la Mochila, que decía: “La mochila es una bolsa de bolsas”; lo cual significaba que dentro de la mochila debía organizar mis cosas dentro de bolsas más pequeñas. Por esta recomendación, días antes del campamento busqué y encontré en mi casa un retazo grande de lona verde, de un viejo carpón que tuvieron mis padres; y con él confeccioné en la máquina de coser de mi madre pequeñas bolsas, a las cuales les puse driza en la parte superior para poder cerrarlas. Se imaginarán lo mal que se veían, pues tenía un pulso pésimo para cortar y peor aun para pasar la costura en la máquina; pero lo importante es que cumplieron su finalidad; pues separé mis útiles de aseo en una bolsa pequeña; mis medias en otra bolsa, mi ropa interior en otra, mis útiles de comida en otra, y así todas las cosas pequeñas fueron almacenadas en pequeñas bolsas algo deformes, de vieja lona verde.
La toalla y la ropa más grande, la coloqué debidamente doblada, pegada a la parte de atrás de la mochila, para que sirva como almohadilla al momento de cargarla; y la cosas que eran duras adelante para que no me causaran daño. Todo esto lo hacía siguiendo las recomendaciones del manual que tenía a la mano, verificando cumplir con cada consejo.
En los tiempos en que salí a mi primer campamento, era muy raro que un scout tenga una bolsa de dormir; porque no se vendían sino en tiendas especiales en Lima, y porque eran muy costosas. Yo no era la excepción y tome una frazada de dos plazas con la figura del clásico Tigre; y de acuerdo a lo que estudie para pasar mi prueba de confeccionar una bolsa de dormir con frazadas; la doble y la cosí con una aguja capotera y pabilo; obteniendo así mi primera bolsa de dormir hecha en casa, la cual utilice durante varios años, pues no fue hasta que estuve ya bien adulto que tuve mi primera bolsa de dormir de fábrica.
El día por fin había llegado. Estuve a la hora indicada en la cuadra dos de la calle Orbegoso, en la casa del comisionado Local, desde donde partiríamos al lugar de campamento. Allí esperamos un poco hasta que llegó un camioncito, el cual tuvimos que ayudar a cargar con todo el equipo de campamento: carpas, palos, sogas, bidones, cilindros, cocinas primus, ollas, baldes, etc. Todo el material de campamento era del Grupo Trujillo 15 y se veía muy antiguo; ya que había servido y acompañado a los scouts de dicho grupo desde varios años atrás. Una vez que terminamos de cargar el camión, todos tuvimos que subir con nuestras mochilas sobre las cosas que habíamos cargado, y debimos acomodarnos de la mejor manera posible. Cerraron las puertas del camión y partimos hacia Huanchaquito para dar inicio al I Calotro.
Que emocionante fue treparse al camión y sentir el aire fresco sobre tus mejillas al avanzar, cantando a viva a voz melodías scouts, con el corazón pletórico de alegría porque me dirigía a mi primer campamento scout. Nunca olvidaré ese momento; pero lo bueno es que en adelante tuve, de alguna manera, la oportunidad de revivir muchas veces más ese sentimiento de alegría, cada vez que me alistaba para asistir a un nuevo campamento.
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