jueves, 8 de diciembre de 2011

El mejor condimento del aguadito (versión ampliada, aclarada y conocida)

(Versión del otro cocinero de la patrulla) Cuentan nuestros hermanos que la historia comentada por Juan ha quedado reducida a su exclusiva participación y podría ser, sin creer que el falte a la verdad, que faltarían algunos condimentos más que incorporar a esta bella historia. Lo único que pretendo con estas líneas es narrar lo que se comenta en todas nuestras reuniones con nuestros hermanos scouts. Juan y yo éramos por excelencia los que nos dedicábamos a la cocina en nuestros campamentos, a mi por naturaleza también me agradó el tema de cocinar, y como era obvio siempre estábamos metidos en la preparación de los alimentos para la patrulla. Ese día no fue la excepción, llovía incesantemente, no había parado la lluvia casi por 6 horas y nuestras cocinas a leña prácticamente se destruyeron. La misión era conseguir una cocina a gas de kerosene y necesitábamos enviar a un explorador a traer los implementos necesarios para poder cocinar, realmente ese campamento si fue un reto para todos los participantes, las inclemencias del lugar sumados a las fuertes lluvias y calor realmente nos obligaron a sacar lo mejor de nuestra experiencia scout; Juan Domingo Vega fue el explorador que aceptó el reto de caminar hasta el punto donde se encontraban los scouters con las provisiones y los materiales, tuvo que arroparse bien para cubrirse de la lluvia y con sus borceguies bien atados comenzó el largo camino hacia lo desconocido: su misión era conseguir la cocina y traerla lo más pronto posible por que los tiempos eran cortos y nos encontrábamos en competencia, no podíamos darnos el lujo de perder, éramos los mejores y necesitábamos demostrárnoslo. Mientras Juan cumplía su misión, el resto del equipo tenía que seguir buscando la manera de avanzar en el resto de las tareas encomendadas. Después de un cierto tiempo Juan regreso totalmente mojado y abatido en parte por lo que había tenido que pasar, la lluvia había inundado toda el área, sólo el caminar ya era un gran reto, y si ha eso sumamos el aire y el calor, creo que a pesar de todos los obstáculos, él regresó sonriendo por que sabía que lo había conseguido, sabía que había cumplido con lo pactado. No había tiempo que perder, teníamos que seguir en la lucha, y lo que nos tranquilizaba era que sabíamos que todos estábamos en las mismas condiciones y situación. Un grupo se encargó de prender la cocina, otro de preparar los alimentos, otros acondicionaban el lugar, hacían discurrir el agua y cuidar de que no se empoce o embalse en las zanjas hechas, había que seguir echando jabón a las carpas para que resbale el agua de lluvia y no entre la misma al interno de la carpa donde se encontraban nuestras pertenencias. En ese ínterin cuando todos nos encontrábamos ocupados o distraídos Juan salió de la carpa y colgó parte de su ropa mojada en el cordel que se había colocado entre el parante de la carpa y un árbol que se encontraba a unos metros; nuestro error fue instalar también el área de cocina debajo del cordel o zona de lavandería. Luego el retornó a sus actividades conmigo, nos quedaba poco tiempo y el agua con el arroz, las alverjas y la zanahoria ya estaban hirviendo, necesitábamos darle sabor e ir probando la textura del arroz para ver si ya todo estaba listo, cogí el cucharón y doy vueltas, levanté el mismo para que se remueva todo el contenido de la olla y observé que colgaba del mismo un insumo que no había sido entregado dentro de los alimentos, era la media de Juan, la cual había estado colgando y limpiándose con la lluvia, y que como dije antes, se encontraba en el lugar no correcto. Sólo Dios sabe cuanto tiempo estuvo hirviendo antes de darnos cuenta y en que estado entró a la olla. Lo cierto es que salió blanca y suave, y tuvo que ser un secreto entre Juan y yo. Servimos. comimos, repetimos y ofrecimos el digno plato a nuestro jefes que tenían que evaluarnos y a quienes también les ofrecimos repechaje, el que aceptaron con gran alegría. Totalmente sorpresiva y gratamente aceptada fue la noticia de que habíamos ganado en cocina ese día, dicho sea de paso, ese puntaje también nos sirvió para ganar el tercer lugar del CANOP. Ya no recuerdo si fue en la tarde o en la noche que tuvimos que sincerarnos con nuestra patrulla y contarles la verdad; al final inclusive nuestros jefes lo supieron y nos le quedó más que felicitarnos por el original ingrediente utilizado en nuestra cocina. Al final, creo que todo sumó para que nos haya salido un plato de aguadito con tan rico sabor, nuestra experiencia en cocina, el reto de hacerlo a pesar de los inconvenientes, el reparto de tareas entre todos los miembros de la patrulla, el ingrato clima, la excesiva lluvia, la cocción precisa de los alimentos, la sal justa, las alverjas y la pata. ¿La pata? Si, la pata, la pata y la media de Juan Domingo. Esos dos últimos ingredientes sellaron la autoría oculta de su autor, acción que le valió el apelativo antiquísimo a nuestro hermano Juan, apelativo que siempre recordamos ahora casi ya 25 años después. Gracias "Juancho patas de alverja". Carlos Matos

1 comentario:

  1. Mi hermano scout Carlos Mator me pidió que publicará su versión del anécdota del aguadito. Espero que disfruten de su narración.
    Saludos
    Juan Domingo

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