Tenía doce años cuando ingresé al Grupo Scout Trujillo 130. Fue en inicios del mes de febrero del año 1985. Había pasado el mes de enero un poco aburrido y andaba buscando un poco de distracción para el verano. El 4 de febrero de ese año asistí con mis padres a un gran evento que sucedió en nuestra ciudad, con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II. En esta actividad pude ver a los scouts que estaban colaborando con el orden y me quedé muy impresionado con sus uniformes y organización. Entre los grupos de muchachos scouts que estaban en el Ovalo papal, pude ver a un gran amigo: Merardo Loyola; a quien visitaba continuamente, y en ese momento me enteré que estaba participando de la Tropa del Trujillo 130. Al siguiente día fui a su casa, y le dije que me llevará con él a su próxima reunión, y fue así como llegué a mi primera reunión scout, un nueve de febrero de 1985.
Podría decirse que fue un amor a primera vista, pues la primera reunión de Tropa a la que asistí fue suficiente para que el movimiento scout ingresara definitivamente en mi vida. Mi primer Jefe de Tropa fue Percy Iglesias, quien me facilitó el Manual de la Insignia Scout, en el cual estaban desarrolladas las 10 pruebas que debía pasar un aspirante para poder promesar y convertirse en Scout. Una de las pruebas que debíamos pasar, específicamente la número 10, consistía en aprendernos el texto de los diez artículos de la Ley scout y su interpretación.
El primer artículo de la ley scout, en su redacción antigua, pues creo que actualmente ha sido variado, decía: “El Scout cifra su honor en ser digno de confianza”. Recuerdo mucho la explicación de este artículo, que afirmaba que lo más importante para un scout era su “honor”; y que este honor estaba basado y sustentado en que el resto de personas confiaran en nosotros. ¿Y de que manera lograríamos que la gente confiara en nosotros? Cumpliendo inexorablemente nuestra palabra empeñada. Dejar de cumplir nuestra palabra significaba perder nuestro honor, y por ende, perder lo más preciado para nosotros.
No se imaginan el impacto que tuvo esa enseñanza en mí. Hasta ese momento no tenía muchas cosas que me importaran tanto, y que de pronto descubriera que tenía algo muy valioso, que era solamente mío, y que dependía de mi conducta el mantenerlo a salvo; fue realmente un revolución en mi interior. El honor pasó a ser un aspecto fundamental de mi vida; y hacer que ese honor se consolidara dependía solo de mi conducta; pues debía lograr la confianza del resto de personas.
Una forma de probar mi honor, era demostrando que cuando daba mi palabra era porque realmente la cumpliría; y para resaltar que lo ofrecido comprometía mi honor, pronunciaba la frase: “te doy mi palabra scout”, lo cual significaba que estaba de por medio mi honor.
Esto que cuento como una experiencia muy personal, debió haberle pasado a la mayoría de mis hermanos scouts; pues durante muchos años, el comprometer nuestra palabra scout era garantía segura de cumplimiento.
Los invito a recordar lo valioso de nuestro honor, y de ser dignos de confianza. A recordar la historia de Regulo, que nos contaban como ejemplo extremo de cumplimiento del honor. A transmitir este hermoso valor a nuestros hijos e hijas de la manera más eficaz que existe: con nuestro ejemplo. Rescatemos nuestra Palabra Scout, y empecemos a utilizarla nuevamente en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos; y así contribuiremos a mejorar nuestra sociedad.
JD
Jhon Sunday, disculpame Hno., pero es el primer articulo... no el segundo... aunque ese pequeño dislate no desmerece tu profundo analisis... ni el significado del mismo... Palabra Scout.
ResponderEliminarLa memoria falla después de tantos años. Efectivamente es el primero. El segundo es "El scout es leal". Saludos. JD
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