Fue en el verano del año 1986. Tenía aún 13 años y ya había pasado casi un año desde que ingresé al Movimiento Scout, en las filas del Grupo Trujillo 130. Mi pasión por el escultismo me había impulsado a devorar todo manual y libro relacionado con los scouts que cayera en mis manos. Manuales de pionerismo, historia del escultismo, cocina, primeros auxilios, pero sobre todo de vida al aire libre.
Soñaba con acampar y acumular noches durmiendo bajo una tienda; lo cual no solo iba a completar mi formación como scout, sino que me serviría además para avanzar en mi plan de adelanto, pues para pasar de una clase a otra debía tener un mínimo de noches de campamento.
Un mes antes de mi primer campamento, en diciembre de 1985, durante la realización del Congreso Nacional Juvenil Scout en la ciudad de Trujillo, había conocido y hecho amistad con quien se convertiría en uno de los mejores amigos que tengo; Carlos, un scout del Grupo Trujillo 155 que participó del equipo de servicio de dicho Congreso. Debido a la amistad que entable con él, con su hermano y con su grupo más cercano; decidí pasarme al Grupo Scout al que asistía Carlos; y fue con una patrulla del Grupo Trujillo 155 que nos inscribimos para participar del I Campamento Local de Tropas organizado por el comisionado Scout local de Trujillo en ese entonces; el cual se realizó en la playa de Huanchaquito.
El evento tuvo dos etapas: la primera para scouts que no tenían experiencia acampando y la segunda para scouts antiguos. Cada etapa duraba 4 días con sus noches, y con mis compañeros decidimos participar de ambas etapas; a lo que accedió el comisionado local. Se imaginaran lo emocionado que me encontraba frente al hecho de hacer realidad mi sueño: participar de un campamento scout, y lo que era aún mejor, de dos campamentos seguidos.
La noche anterior casi no pude dormir de la ansiedad. Revisé muchas veces mi mochila y verifiqué si estaba llevando todo lo necesario. Recuerdo siempre una recomendación que estaba en el manual de campismo, referente a la forma de organizar la Mochila, que decía: “La mochila es una bolsa de bolsas”; lo cual significaba que dentro de la mochila debía organizar mis cosas dentro de bolsas más pequeñas. Por esta recomendación, días antes del campamento busqué y encontré en mi casa un retazo grande de lona verde, de un viejo carpón que tuvieron mis padres; y con él confeccioné en la máquina de coser de mi madre pequeñas bolsas, a las cuales les puse driza en la parte superior para poder cerrarlas. Se imaginarán lo mal que se veían, pues tenía un pulso pésimo para cortar y peor aun para pasar la costura en la máquina; pero lo importante es que cumplieron su finalidad; pues separé mis útiles de aseo en una bolsa pequeña; mis medias en otra bolsa, mi ropa interior en otra, mis útiles de comida en otra, y así todas las cosas pequeñas fueron almacenadas en pequeñas bolsas algo deformes, de vieja lona verde.
La toalla y la ropa más grande, la coloqué debidamente doblada, pegada a la parte de atrás de la mochila, para que sirva como almohadilla al momento de cargarla; y la cosas que eran duras adelante para que no me causaran daño. Todo esto lo hacía siguiendo las recomendaciones del manual que tenía a la mano, verificando cumplir con cada consejo.
En los tiempos en que salí a mi primer campamento, era muy raro que un scout tenga una bolsa de dormir; porque no se vendían sino en tiendas especiales en Lima, y porque eran muy costosas. Yo no era la excepción y tome una frazada de dos plazas con la figura del clásico Tigre; y de acuerdo a lo que estudie para pasar mi prueba de confeccionar una bolsa de dormir con frazadas; la doble y la cosí con una aguja capotera y pabilo; obteniendo así mi primera bolsa de dormir hecha en casa, la cual utilice durante varios años, pues no fue hasta que estuve ya bien adulto que tuve mi primera bolsa de dormir de fábrica.
El día por fin había llegado. Estuve a la hora indicada en la cuadra dos de la calle Orbegoso, en la casa del comisionado Local, desde donde partiríamos al lugar de campamento. Allí esperamos un poco hasta que llegó un camioncito, el cual tuvimos que ayudar a cargar con todo el equipo de campamento: carpas, palos, sogas, bidones, cilindros, cocinas primus, ollas, baldes, etc. Todo el material de campamento era del Grupo Trujillo 15 y se veía muy antiguo; ya que había servido y acompañado a los scouts de dicho grupo desde varios años atrás. Una vez que terminamos de cargar el camión, todos tuvimos que subir con nuestras mochilas sobre las cosas que habíamos cargado, y debimos acomodarnos de la mejor manera posible. Cerraron las puertas del camión y partimos hacia Huanchaquito para dar inicio al I Calotro.
Que emocionante fue treparse al camión y sentir el aire fresco sobre tus mejillas al avanzar, cantando a viva a voz melodías scouts, con el corazón pletórico de alegría porque me dirigía a mi primer campamento scout. Nunca olvidaré ese momento; pero lo bueno es que en adelante tuve, de alguna manera, la oportunidad de revivir muchas veces más ese sentimiento de alegría, cada vez que me alistaba para asistir a un nuevo campamento.